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Yo también he sido víctima de violencia de género.

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Familia / Mujer

Yo también he sido víctima de violencia de género.

El domingo pasado miles de mujeres salieron a las calles en protesta, miles de almas unidas a la voz de una misma petición; frenar la violencia de género y el acoso. Las marchas se realizaron en 42 ciudades de México.

Ya basta de que nuestro sexo viva en desventaja, que no caminemos tranquilas, que seamos violentadas y acosadas.

Ya basta de que se normalice la violencia contra nosotras, ya basta de que tengamos que vestir de equis forma para no provocar, ya basta que no respeten nuestro cuerpo, ya basta, ya basta.

También he sido víctima al igual que muchas mujeres. La primera vez que me paso fue en la secundaria; caminaba rumbo a tomar el transporte y un tipo descubrió sus genitales en frente de un gran grupo de mujeres que caminábamos juntas. La segunda vez fue en el transporte; un fulano de forma recurrente se subía al camión donde la mayoría éramos mujeres pues por la zona había escuelas de puras “niñas” y se acercaba a nosotras recargando su erección en nuestro hombro, en el trasero o en lo que le quedara cerca. La tercera vez, me dirigía a la preparatoria y un tipo que venía de frente toco uno de mis senos. La cuarta vez un señor que vendía chicles en el metro se portó amable y quiso tocar mi hombro pero con su pulgar rozo uno de mis senos. La quinta y última vez que me ocurrió caminaba rumbo a mi casa, venia de la universidad y de frente, un fulano jaló de mi brazo y apretó uno de mis senos, hizo que tirara todo lo que traía en las manos, mis libros y mi bolsa cayeron al piso. Me sentí humillada cuando me agache a recoger todas mis pertenencias, me dolía el alma y el seno pues lo hizo con mucha fuerza.

Recuerdo cada una de ellas como si hubiera sido ayer, porque cada ataque causa un trauma en una mujer; que alguien invada tu espacio, toque tus partes íntimas, es un duro golpe. Recuerdo que llegaba a mi casa espantada, consternada, desorientada, sentía el tacto de ellos en mi cuerpo y me daba asco. Caminaba por las calles con miedo a que me volviera a pasar. Cuando alguien se acercaba de más, mi corazón latía fuerte y pensaba “no otra vez”. Sentía asco, vergüenza, enojo, frustración y miedo a que algún día no solo fuera un “toqueteo” sino que algo más pasará. Evitaba las calles solas y oscuras, vivía en un estado de terror.

La violencia no solo se da en las calles o en el transporte; cuando estaba en la preparatoria un maestro me pidió que me portara condescendiente para acreditar el curso, por supuesto no acredite la materia. No solo en las calles estamos inseguras.

Hemos callado durante años al acoso, siempre lo vivimos bajo el silencio y parece que nadie ve y que nada pasa, terminamos siendo las culpables, siendo señaladas y algunas asesinadas.

No quiero que mi hija viva o pase por algún tipo de acoso, no quiero que su sexo sea una situación de desventaja o vulnerabilidad.

Soy mujer y mi cuerpo no es público, mis decisiones son mías y nadie las cuestiona,  no importa como me vista, como viva o como hable, tengo derechos y nadie debe violentarlos. ¡YA BASTA!

Desde este espacio me uno a la protesta.

De animalpolítico.com

Se podrían en listar muchas razones para hacerlo, pero cada una de nosotras hemos vivido y experimentado de manera diferente esta violencia, pero ¿por qué marcharé y saldré a las calles este #24A?

Porque lo que aprendemos es a quedarnos calladas, a tragarnos los sentimientos, a vivirlo solas, a sentir culpa y vergüenza.

Porque ante una situación de acoso y violencia SIEMPRE se nos cuestiona sobre nuestra vida sexual, ropa, hábitos y cualquier aspecto personal de nuestras vidas.

Porque cualquier denuncia, de cualquier tipo, implica más violencia.

Porque en el transporte público nos tocan, nos miran lascivamente, nos enseñan el pene, nos arriman el cuerpo, nos eyaculan en la pierna, nos gritan cosas, nos hacen vivir con miedo.

Porque desde pequeñas aprendemos a pensar en cómo nos vestimos, a cuidar por donde caminamos, a cruzarnos la calle si vemos una amenaza latente, a que la responsabilidad sobre nuestra seguridad depende de nosotras.

Porque el día que le eyacularon a mi roomie en la pierna, antes me arrimaron el pene a mí y no me atreví a decir nada.

Porque cuando regresaba de la universidad en un camión, medio dormida, y un tipo metió su mano a mi blusa para agarrarme un seno, lo primero que pensé es que lo había soñado. Después no lo hablé durante años.

Porque un familiar cercano se ocupó de decirme una y otra vez que nunca iba a poder hacer nada sola, a burlarse de mi cuerpo y a decirme que no me vistiera como “puta”.

Porque la ansiedad por no cumplir con los estándares de belleza del entorno en el que he vivido me ha llevado muchas veces a comer compulsivamente y a sufrir depresión.

Porque cuando un tipo me siguió en su coche mientras caminaba por la calle y le conté aterrada a un amigo me dijo que era mi culpa por salir vestida así.

Porque en todos y cada uno de los acosos que he sufrido me ha paralizado el miedo y después la culpa por callarme.

Porque a mi mejor amiga un tipo la siguió desde un camión cuando iba en su bici y después le tocó el timbre para que lo viera masturbarse.

Porque las mujeres en México no tienen acceso al aborto legal y seguro y son criminalizadas por sus decisiones reproductivas.

Porque miles de mujeres sufren violencia obstétrica y algunas incluso mueren a causa de ella en la atención del parto, posparto y puerperio.

Porque las demandas feministas siempre son consideradas exageraciones.

Porque este clima de violencia es tan grave que terminamos jerarquizando la violencia y sintiendo que nos pudo haber ido peor.

Porque a una compañera la metieron al congelador de un refri cuando rechazó a un tipo en su trabajo y nadie le creyó cuando lo contó.

Porque en muchos casos la violencia empezó en la familia.

Porque hay gente que se dedica a hacer bromas sexistas y a amenazar cibernéticamente a quienes denuncian

Porque a las mujeres las graban abajo de su falda y/o vestido sin su consentimiento.

Porque en los espacios públicos nos tocan, levantan la falda o vestido y nos bajan los calzones.

Porque las autoridades siguen pidiéndole evaluaciones psicológicas a las víctimas para determinar su grado de afectación.

Porque los cuerpos de las mujeres son sexualizados desde que somos niñas.

Porque no quiero que ninguna otra mujer se sienta sola al ser violentada.

Porque en la mayoría de los casos de violaciones y feminicidios los culpables son las parejas, los familiares y/o conocidos.

Porque la relación entre mujeres que aprendemos es de competencia.

Porque pocas veces nos podemos unir de esta manera y entender que las experiencias de acoso nos pasan a todas, nos atraviesan y nos marcan.

¡Porque nos queremos vivas, libres y juntas: todas a la calle!

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