Tengo mucha madre
Mis padres han sido grandes maestros, sobra decir que por el vínculo que nos une podían serlo pero creo que corrí con la suerte de tener, si no unos perfectos sí unos maravillosos, buenos e increíbles padres.
Hoy quiero hablarte de mi madre, esa rubia de ojos azules a la que diario pienso, está lejos y la verdad, a mí me sigue haciendo falta. Me gustaría contar con su cercanía y platicar con ella en vivo, no sólo en Whats app. Como toda hija hace 5 años tome mi camino y estoy haciendo lo que todos los hijos hacen un día; mi propia vida.
Mi madre me enseñó a tomar decisiones firmes cuando hice consciente que a su corta edad decidió formar una familia. Cuando a veces dudo en mi maternidad recuerdo que para ella fue posible a los 17 para mí también lo es. A los 18 ya era madre de dos y a los 25 de tres y siempre se mantuvo cuerda, no sé cómo lo lograba. La vi flaquear durante nuestra adolescencia pero también la vi perdonar y aceptar que todo iba a pasar.
Siempre me ha gustado ver su belleza, esos ojos azules con expresión triste son cautivadores. Recuerdo cuando cumplió 30 que le dio esa depresión que algunas mujeres les da, ella lloraba y yo a mis 12 años no entendía porque estaba triste si era su cumpleaños, yo la veía hermosa como para agobiarse por la edad. Ahora que el tiempo pasó y algunas arrugas han sido inminentes la sigo viendo igual de bella, yo sabía que los años le vendrían bien. No solo es bella físicamente, lo es de corazón. Su carácter es firme y dominante pero abunda una nobleza inigualable en ella.
De ella aprendí que la familia siempre es primero, que la solidaridad hace que una familia funcione. La entrega como madre ha sido un gran ejemplo para mí, todas las tardes la veía de arriba a abajo y hasta la fecha a sus 50 años no para, ni un cáncer de seno acabó con su ímpetu para hacer las cosas.
Después una masectomía radical la acompañe en ese primer día, retiramos las vendas y me dejó marcada para siempre su expresión, su mirada de dolor, con el rostro desencajado la tome en mis brazos y hablamos de que la mujer es más que una teta y salió adelante. Se mantuvo entera del alma y aun con el cuerpo mutilado se mantuvo firme ante la vida, retadora al cáncer.
Adoro su prudencia para referirse a mi forma de criar y mi matrimonio. Cuando he tenido días difíciles, como hace poco, basta con que escriba un mensaje o mande un audio para que ella responda y me contenga. Me ha dicho muchas veces; «recuerda todo lo que has elegido para tu crianza, se firme y paciente». Cuando le hable de que había decidido criar de una forma diferente siempre me apoyo y cuando dudo, me lo recuerda.
Su amor por mi padre y su apoyo en los momentos difíciles, me enseña que el amor de esposa puede ir más allá de las dificultades si se mantienen unidos. De ella aprendí que el pilar de una familia es el amor, la confianza, y la entrega, que amar y respetar a mi pareja es clave en un matrimonio. No hay nada en este mundo que más admire que el gran amor que se profesan después de 35 años de casados. Se casaron muy jóvenes y muchos pronosticaban poco éxito pero su amor es tan grande que han llegado muy lejos.
Aprendimos juntas hace poco, cuando mi abuelo murió que lo que más vale en la vida es aquello con lo que te entierran; lo vivido, las experiencias y todo aquello que no se compra. Me ha enseñado de humildad y a no olvidar que ellos son mis raíces más fuertes. En el camino y de su mano he descubierto muchas cosas, que una madre sí puede ser una amiga pues ella es mi mayor confidente. Cuando me enfrento a una situación difícil siempre es en la primera que pienso, porque su consuelo me reconforta, me alivia el alma y su presencia me motiva. Después del cáncer valoro más su presencia y esencia.
Estoy segura que ella renunció a algunos de sus sueños por criar a tres hijas, me gustaría poder cumplírselos todos, tener una varita mágica y recompensar todo este tiempo y cada uno de sus sueños abandonados pero lo único que tengo para recompensar, es un enorme agradecimiento.
Soy madre pero también tengo MUCHA MADRE.
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