Pudo ser cualquier día de febrero.

Seríamos 4 este febrero, pero los planes cambiaron y no los míos, los del destino.

En mayo del año pasado volvimos a ver ese par de rayitas del test de embarazo. Recuerdo que hice la prueba y la deje en el lavabo del baño, le dije a mi esposo tu vela y me dices. Después de unos 5 minutos salió con una sonrisa de oreja a oreja y los ojos con un brillo particular; “vamos a ser papás otra vez”. No lo podía creer y antes de cualquier cosa le quite rápidamente la prueba de la mano y sí, ahí estaban las dos rayitas de nuevo.

Ese sentimiento y yo nos volvíamos a ver de frente, sentí un hueco en el estómago y de nuevo, como aquella primera vez llego el miedo.

Esta vez era diferente sabía a lo que íbamos, pero nuevas dudas llegaron a mi mente. Al siguiente día lo primero que hicimos fue llamar al doctor e hicimos  una cita, no había muchos huecos en su agenda así es que teníamos que esperar poquito más de una semana. Por un mensaje y antes de nuestra cita me indicó el kit médico de embarazo; vitaminas, ácido fólico y por supuesto la prueba de sangre.

Al siguiente día y con el estómago vacío acudí al laboratorio y efectivamente la hoja decía; positivo. Yo estaba más tranquila y feliz por la noticia. En poco tiempo lo publique en los grupos de Whatsapp de mi familia y amigas más cercanas, fue un notición.

Pasaron unos 4 días y ya habíamos hecho planes, decidimos no decirle a Torbellino hasta más adelante, empezamos a planear los espacios, los nombres, los tiempos y a soñar con el nuevo integrante.

La cita sería un lunes, un sábado antes fuimos a una boda y mis amigas me llenaron de abrazos, desde antes planeábamos juntas nuestro segundo embarazo solo que yo, me había adelantado un poco. El domingo por la tarde mientras veíamos una película, sentí un fuerte cólico que vino acompañado de un sangrado abundante, me puse de pie y le dije a mi esposo «no pasará» fue lo primero que pensé y tal cual lo dije. Él consternado me dijo que, todo estaría bien y llamamos al doctor, sus instrucciones fueron precisas; reposo absoluto el resto del día, un medicamento y a primera hora un nuevo estudio de sangre.

Así fue, por la tarde acudimos al consultorio y la interpretación de los resultados fue clara, la hormona había bajado y ya no había embarazo. Lo demás es el típico procedimiento médico que afortunadamente fue sencillo, un par de semanas y una nueva revisión.

¿Qué pasó? No sabemos, el doctor dijo que la naturaleza era sabía. Yo pensaba un millón de cosas; no debí usar tacones, ni bailar en esa fiesta, debí cuidarme más, algo hice mal. La culpa, la espantosa y terrible culpa.

En el momento que dije «no pasará” no decrete nada, simplemente mi instinto, mi intuición y el conocimiento de mi cuerpo sabían que algo no estaba bien.

Fue duro, muy duro. Planeamos e idealizamos algo que no pasó, bien dicen que si quieres hacer reír a Dios hagas planes. En ese momento lo tome con calma me repetía una y otra vez «los tiempos de Dios son perfectos», sabía que ese no era el momento.

Nos duró poco más de una semana esa ilusión y ahora que lo pienso fríamente, agradezco que si no estaba en los planes de Dios no hubieran sido más días pues creo que el golpe hubiese sido peor. Comentar a la familia y amigos lo que había pasado fue desgastante, me llenaron de apoyo pero también de palabras como “lo siento mucho” y sé que las intenciones son buenas pero solo quien lo vive sabe las emociones tan terribles con las que se enfrenta.

Mi cuerpo no lo tomo igual pues un mes después tuve unos dolores de espalda a cuello que podían paralizar mi día, poco podía hacer con tantas molestias, sabía que mi cuerpo me estaba reclamando algo que no exteriorice.

Decidí contarte pues sé que muchas mujeres lo vivimos, muchas nos enfrentamos a terribles perdidas y pareciera que estamos solas y no es así, me sumo a esa lista y ahora lo patico como algo que tal vez tuvo que pasar para darme cuenta que la maternidad es un don maravilloso y que solo Dios decide cuando darte tan maravilloso regalo.

A nueve meses de ese episodio y ese trago tan amargo sigo pensando que los tiempos de Dios son perfectos y en algún momento volveremos a ser cuatro.

12744267_10153703035743301_5555784564318137255_n

Author: Paola

Soy Paola Acuña, escribir acerca de mi maternidad se ha convertido en mi pasión. Me permite acercarme a otras madres y acompañarnos en este hermoso camino que sí bien no es fácil ha sido único. Soy madre de Alondra que actualmente tiene 21 meses de edad, ella ha logrado una transformación increíble en mi vida, ser su mamá es un privilegio pues de ella he aprendido mucho. Hemos crecido, llorado, jugado y aprendido juntas.

Share This Post On