¿Por qué nadie habla del post parto?

Sencillo, porque pareciera que es un hijo de puta. (ups)

Te agarra desprevenida, insegura, temerosa, adolorida, con un pañal gigante, un sangrado que parece que si no moriste en el parto o cesárea morirás desangrada, con los pechos adoloridos y unas ojeras que pareces un espíritu.  Te toma por sorpresa, es traicionero, burlón, duro y mal encarado. Pero está ahí para dejarte una gran lección.

El post parto no es fácil, y como mujeres nos debemos esa historia. No vamos a espantar a esas hermosas madres en espera del amor de su vida pero sí seamos honestas con ellas. Hablar de este tema no es sencillo, muchas lo callamos y algunas otras prefieren mentir diciendo que les fue de maravilla y quizá sí. El 80% de las mujeres pasa por el llamado baby blues, si fuiste del otro 20 eres sumamente afortunada.

Yo fui del otro grupo, de las que lloran por días. Me costó hablarlo, me daba miedo ser juzgada. No todo fue miel sobre hojuelas, me engañaron. ¿Dónde estaba la madre de revista que luce espectacular cargando a su recién nacido?¿A dónde se fue esa embustera? Yo, estaba lejos de ser ella.

Me hubiera gustado tener una amiga que me dijera que podía ser muy duro pero las pocas amigas que ya eran madres guardaron la historia. Hoy que ya pasé por eso y he aprendido tanto, decidí escarbar en mis sentimientos más oscuros de esa etapa y ya sin temor a ser juzgada, hoy te cuento de eso.

little-girl-1381471_1920

Mi hija tenía tres días de nacida cuando me cayó el balde de agua fría; esto no iba a ser fácil. ¿En qué me había metido? Recuerdo que pensé que a veces no era capaz de cuidar de mí misma, ¿cómo ahora yo, era responsable de la vida de alguien más? Y sentí como el peso fue cayendo suavemente en mis hombros, a cada cuestionamiento iba sumando peso. ¿Y si algo le pasaba? Yo iba a ser la peor madre del mundo, quería huir. Mi instinto funcionaba de maravilla, ahí lo conocí, es ASOMBROSO. Mi mente tenía una pelea incesante con cada pensamiento pero mi instinto estaba ahí intacto, fuerte, retador, al pie del cañón diría mi madre.

Me miraba al espejo y en ese reflejo no estaba yo, esa no podía ser yo. Miraba mi cuerpo, mi barriga vacía como un balón desinflado y lloraba, ¿qué le había pasado a mi cuerpo?. Esa cicatriz con esas suturas nada sutiles y dolorosas, iban a estar ahí de por vida, sin dolor pero ya eran parte de mí. Los pechos me dolían con el simple roce de la ropa, sentía que iban a reventar. Me sentaba en la cama y me volvía a cuestionar si era capaz de tanto. Lo peor vino después cuando mi madre tuvo que regresar a casa. Me quedé sola, con una pequeña y sin saber qué hacer.

Mi esposo se iba a trabajar y si él, había abierto las cortinas, en cuanto lo veía cruzar la puerta yo cerraba todas. Me acostaba a lado de ese pedacito mío y lloraba, le pedía perdón una y otra vez por no ser la madre que merecía, por no estar cuerda y por no sentirme capaz. Me daba pavor quedarme con ella. Ella me daba miedo, yo no conectaba, no sentía, pero pensaba  mucho y lo único que quería era cerrar los ojos y ya no pensar. No podía con todo, era incapaz de sonreír, no quería hablar con nadie porque temía que preguntaran cómo estaba y tener que decir que bien, pero igual contestaba los mensajes y decía que estaba feliz, nadie tenía que saber que estaba muerta de miedo.

Con el reflujo de mi hija todo empeoro, me daba pavor quedarme sola y que ese reflujo nos hiciera una mala jugada. Pasaba horas dando pecho y pocas horas dormida, nunca me había sentido tan cansada. Recuerdo que pensé que quizá lo mío ya había dejado de ser un baby blues común y corriente para ser una depresión, a veces pienso que estuve en esa delgada línea que los divide. Llamé a una prima y recuerdo que me dijo; date unos días más, sino te sientes mejor ve al especialista.

Creo que la gente siempre llega en el momento indicado, un día recibí un mensaje por Facebook; “hola nos conocimos en el profiláctico, ya nació tu bebé?” Hasta ese momento solo había sido la chica que se sentaba en la pelota de yoga toda la clase. Ella se convirtió en mi salvadora durante esa etapa y creo que yo fui la suya. Nuestras hijas nacieron con pocos días de diferencia y por primera vez abrí mi corazón con una extraña que solo me mandaba inbox pero que me inspiraba confianza. Me dí cuenta que no estaba loca, ella se sentía igual. Eso era lo que necesitaba, sacar mis pensamientos, que alguien los escuchara y no solo eso, también los entendiera, que no me juzgara  y que mejor que alguien que vivía lo mismo. Pasaron los días y seguíamos escribiendo, nos pasábamos una bitácora de la noche, si había sido buena o mala, cuantas tomas, cómo estábamos, etc. Ante una crisis, nos escribíamos;” no deja de llorar” y la otra sugería mil cosas, pasábamos desde los cólicos hasta técnicas para arrullar. Deje de sentir esa soledad que me ahogaba.

La gente suele decir que cuando tienes un hijo no vuelves a estar sola, irónicamente nunca me había sentido tan sola como en esa etapa. Mi esposo siempre ha sido muy comprometido pero a ellos les cuesta entender lo que pasa por la mente de una mujer y si a esa complejidad le sumas un post parto, fin del mundo. (JA!)

butterfly-1413678_1920

Después de unas semanas, volví con mi terapeuta y todo empezó a tomar su cauce. No me refiero a que tenía todo bajo control (nunca lo he tenido desde que soy madre) pero mi alma regreso a ese cuerpo que poco a poco iba regresando a su lugar. Seguía con dudas pero ya tenía con quien compartirlas, a veces entraba en crisis; me sentaba en la cama a llorar con mi hija y después volvía la calma. Poco a poco fui ganando confianza y me despedí del post parto.  Hoy  le agradezco haber estado ahí, me trajo la fortaleza que necesitaba para darme cuenta que soy más que eso, que soy capaz de criar, amar a mi hija y sobreponerme para entregarme a ella en cuerpo y alma, sin duda me hizo más fuerte.

También le agradezco que haya dejado a Cynthia, de no ser por él quizá no hubiera abierto el corazón a alguien que no conocía y que se convirtió en una gran amiga, ahora nuestras hijas juegan juntas y se adoran. De no ser por ella y mi terapeuta, me hubiera tardado más en salir del bache.

El post parto es como entrar a una dimensión desconocida, oscura, con terreno inestable, hormonas, sabores, sin sabores, más hormonas, colores  y olores  pero al final de ese camino hay una luz maravillosa. Te confronta con tus debilidades y saca a flote tus fortalezas, es duro y pareciera ser el enemigo pero está ahí. Pasas por él para conectarte con tu nuevo yo, con tu hijo y tu nueva vida. Te despides de ti y desprendes ese ser egoísta y vanidoso para convertirte en un ser bondadoso. Nunca vuelves a ser la misma y no hay vuelta atrás, tu esencia se conserva  y ahora eres una nueva versión, eres mamá y alguien te necesita. Cuando al fin sales, te dejas fluir y te entregas al goce de ser madre.

Author: Paola

Soy Paola Acuña, escribir acerca de mi maternidad se ha convertido en mi pasión. Me permite acercarme a otras madres y acompañarnos en este hermoso camino que sí bien no es fácil ha sido único. Soy madre de Alondra que actualmente tiene 21 meses de edad, ella ha logrado una transformación increíble en mi vida, ser su mamá es un privilegio pues de ella he aprendido mucho. Hemos crecido, llorado, jugado y aprendido juntas.

Share This Post On