La historia de un parto maravilloso, respetado y libre.

Conocí a Cynthia en el profiláctico pero fue un mes después de que nacieron nuestras hijas y en medio de un post parto muy duro que nos acercamos más. Desde entonces acompañadas de otras dos grandes mujeres hemos construido una tribu, un grupo de apoyo. Compartimos nuestras experiencias y nos damos contención unas a las otras. Te cuento su historia…»el cuerpo de una mujer está diseñado para parir» dijo mi padre y no se equivocó…..

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Cuando supe que estaba embarazada comencé a leer miles de relatos de parto en los que la mayoría de las veces el sentimiento que me quedaba era tranquilidad, es decir todo se leía tan perfecto y aunque tenía la idea de que parir no era una tarea fácil, no sabía lo que en realidad sería pero ahora que tengo a mi pequeña conmigo he pensado mucho en todas esas maravillosas historias que leí y me queda la sensación de incredulidad, porque sí, te puedo jurar que es la mejor experiencia de vida que tengo pero al mismo tiempo afirmo que ha sido lo más difícil que he vivido.

Siempre quise escribir mi propia historia pero por alguna razón lo había dejado para mañana y así han pasado casi dos años, ahora que una gran amiga me lo pide lo hago gustosa y aprovecho la oportunidad para revivir ese día.

Durante mi embarazo me incliné hacia una crianza natural, traté de informarme y decidí que quería tomar cursos psicoprofilácticos porque estaba decidida de querer un parto vaginal (además confieso que soy miedosa para cualquier cirugía, entonces me venía perfecto querer un parto) ahí encontré también que además de tener un parto vaginal y natural ¡podía hacerlo en agua! La idea nos encantó a mi esposo y a mí. Llegamos a nuestra consulta en la semana 28 con el ginecólogo para avisarle nuestro gran plan. –“Solo las ballenas deben parir en el agua” fue su respuesta. Sentí que el mundo se me caía, a estas alturas en dónde iba a encontrar quien respetara la forma en que YO quería traer al mundo a mi bebé. Sucedió, lo encontré y fue lo mejor que nos pasó, desde que lo conocimos supimos que él era el ginecólogo indicado para acompañarnos el día que íbamos a conocer a nuestra hija.

Pasaron las semanas, exactamente a las 39+5 SDG llegó el gran día, fue un jueves 21 de Noviembre del 2013 a las 3:13 am estaba dormida y desperté porque sentí un ligero ¡plop! entre mis piernas, me levante rápidamente y ahí estaba… ¡Se había roto la fuente! Le grité a mi esposo despiertaaaaaa ya va a nacer!!!!!! (ilusa, no sabía tooooodo lo que faltaba jajaja) por suerte mi mamá había llegado ese día a la ciudad entonces al escuchar el alboroto despertó y se quedó a mi lado mientras le llamaba al doctor para avisarle la gran noticia, él por supuesto muy dormido me contestó y dijo -“prepárate hoy vas a conocer a Lola, espera aproximadamente una hora para que empiecen tus contracciones, contabilízalas y te veo en el hospital a las 9:00 am”. Estaba muy tranquila y ya tenía todo listo para llevarme al hospital, traté de dormir otro rato pero no lo logré, pusimos una película y por arte de magia comenzaron las contracciones, nadie me dijo que llegarían tan de pronto y cada 5 minutos como un relojito, llegando las 8 am ya eran más frecuentes entre cada 3 y 4 minutos con duración de 35-45 segundos. Nos fuimos al hospital y ya instalados en la habitación le llamamos a las doulas que me iban acompañar.

Al cabo de unos minutos llego mi ginecólogo y me revisó para ver cuantos cm tenía de dilatación, “Tienes 3” me dijo y yo me sentí contenta, al fin y al cabo aun no me estaba doliendo mucho. Me relajaba mucho sentarme en la pelota de yoga durante las contracciones, pensaba que cada contracción que pasaba era una menos para conocer a mi bebé, mi Lola. Mi esposo fue parte fundamental del parto, puedo decir que fue NUESTRO parto, fue en quien yo podía confiar plenamente, estuvo ahí al pie del cañón; ayudándome, sosteniéndome, hablándome en silencio y mirándome con tanto amor que yo sabía que todo valdría la pena. Pasaron 3 horas y regresó nuestro doctor a revisarme, las contracciones ya eran más intensas y yo estaba bajo el agua caliente de la regadera mientras mis doulas y mi esposo me daban masajito, me dijo que ya tenía 6 cm, nos explicó que dos más y me iba a la tina en dónde el dolor cedería. Todo había estado fluyendo… Me sentía muy conectada a Lola pero temerosa de que algo no saliera bien, asustada de no aguantar, con millones de dudas.

Pasaron 2 horas más y con el tiempo el dolor aumentaba, empezaba a sentir que no iba a lograrlo, llegó el doctor y cuando me revisó de nuevo me dijo: “Seguimos en 6 Cynthia pero no te desesperes, todo va a estar bien, vas muy bien” en ese momento sentí frustración, mucho miedo y comencé a llorar, ¿cómo era posible que habían pasado ya 2 horas más y yo cada vez me sentía más cansada y débil y no había avanzado la dilatación? (debo mencionar que no quise comer ni beber nada durante mi labor, aunque mis doulas y mi esposo estuvieron insistiendo yo todo el tiempo tuve náuseas y cero apetito), mi espalda termino rojísima por todo el tiempo que pasé bajo la regadera con agua muy caliente, empecé a sentir que me estaba volviendo loca. Veía a mi mamá y me daba cuenta por su cara de angustia que en realidad estaba asustándola, comencé a enojarme y gritar que necesitaba ayuda con el dolor, lloré y grité porque me dijeron después de un par de horas más que la tina en donde Lola iba a nacer estaba ocupada pero que ya estaban acomodando una para mí, sentí que las cosas no estaban saliendo como yo quería y comencé a rendirme y a dudar de todos, me sentí herida, engañada y frágil, estaba perdiendo el control. Les dije por primera vez que me pusieran epidural porque no estaba teniendo el efecto analgésico del agua que tanto había buscado, entonces comencé a ver que estaban cayendo gotas de sangre y voltee con mi doula muy asustada pero ella me tranquilizó con sus palabras diciéndome ¡yaaaa! ¡Eso significa que ya vieneee vamos al agua ya va a nacer!

Bajamos al cuarto acuático en donde estaba mi tina, cuando íbamos bajando le dije a mi doula: tengo muchas ganas de pujar, ya no aguantooooo y hacíamos paradas técnicas cada vez que tenía una contracción para pujar y manejar el dolor en lo que llegábamos al agua. Le pregunté que si ya estaba completa mi dilatación y me dijo: ¡ ya Cynthia ya estás en 15, ya viene!. Aun así les dije a todos que de todos modos quería al anestesiólogo muy cerca por si lo necesitaba, mi esposo entro conmigo al agua e inmediatamente sentí alivio, me relajé mucho con las luces tenues, sintiendo el agua calientita en todo mi cuerpo y mi esposo abrazándome. Llegaban las contracciones y con ellas un sentimiento de temor, pujaba y a la vez sentía que no quería que naciera, estaba asustada. Mi esposo me dijo bajito que ya se veía su cabeza y sentí alivio, al mismo tiempo preocupación porque todo terminara bien, pero terminaba la contracción y Lola se regresaba. Yo cada vez me sentía más asustada, había un reloj frente a mí, 5:05 pm ví y pensé… “Yo no voy a poder aguantar 5 minutos más con vida” estaba ya muy cansada y dolorida pues habían pasado 17 horas desde que comenzamos, sentí que el tiempo se detuvo y así fue como llego al mundo mi Lola, cuando me entregué plenamente a lo que pudiera pasar y solté mi vida, llegó la suya. Iluminó toda la habitación con un grito estruendoso y los ojos más abiertos que he visto en un bebé y me miró como diciendo “lo logramos mamá”… En ese momento entendí el impacto que causa el nacimiento en la madre y el bebé. Me sentí poderosa, fuerte y capaz además de muy afortunada de haber podido sentir cada instante de cómo Lola llegó al mundo a través de mi cuerpo, recuerdo perfectamente su olor y puedo sentir aun nuestra piel calientita conociéndose por primera vez.

La experiencia más difícil, sí y también la más dolorosa… Pero no la cambiaría por nada, con todos sus contratiempos y sentimientos encontrados. Así de intenso como empezó nuestro camino juntas ha seguido nuestra vida, recordando ese día con tanto gozo y orgullo y diciéndole a Lola “lo logramos bebé”.

Cynthia

 

Author: Mi vida de madre

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