Después de la tormenta

Hace un año no pensaba verme como ahora, no me imaginé que volvería a vivir esto, incluso lo había descartado después de tanto buscar. Empecé a desprenderme de cosas, ideas y prejuicios; entendí que un hijo único no era algo terrible ni para ella, ni para mi; que no podía forzar las cosas; que en realidad los tiempos de Dios son perfectos y Él siempre tiene mejores planes, me compré esa frase que suena a cliché pero es muy real, tener una hija única no era motivo para seguir cuestionando las circunstancias, era una razón para agradecer. Cerré un círculo emocional y me dejé fluir.

Te interesa; Pudo ser cualquier día de Febrero 

Después de nuestra segunda pérdida acudimos a un especialista en fertilidad, nuestras visitas eran intermitentes, no sabíamos qué estaba pasando en mi cuerpo y queríamos agotar cualquier remota posibilidad, pero la duda, la decidía y el temor, nos hacían ir y volver de ese consultorio por temporadas. Un año de medicina y búsqueda, de encuentros planeados y calculados, olvidamos por un tiempo la espontaneidad y se volvió cansado y estresante para ambos, soltamos la idea por algunos meses, disfrutábamos tener una chica grande en casa, de ir y venir sin complicaciones, de salir con los amigos que habíamos dejado en espera por años. Al poco tiempo regresaba la duda y empezaba de nuevo  la búsqueda; agujas, estudios, citas, salas de espera, más agujas y se volvía cansado otra vez. Estábamos en manos de un excelente médico pero nuestra moral ya se veía afectada, había noches que lloraba abrazada de mi esposo y le preguntaba por qué, ¿Por qué Dios no nos podía mandar otro hijo? Lloraba en el piso del baño, lloraba por dentro cuando me decían cosas imprudentes cómo; necesita un hermanito, deberían buscar la parejita, ay se va a quedar sola y sin hermanos. Lloraba de coraje y de impotencia, después disfrutaba contestando: no hemos podido tener más hijos, lo convertí en mi respuesta incómoda. La gente no tiene idea de lo qué hay detrás de una pareja y de una familia, aquí había más de 3 años de búsqueda, mucho dolor físico y emocional. Pocas personas supieron de este procesos, algunas amigas y familia, no queríamos compartir nuestra lucha, era nuestra y de nadie más.

Después volvíamos a soltar y a disfrutar de nuestra hija, de nosotros como pareja y de nuestro tiempo de libertad, porque ya empezábamos a experimentar un poquito de esa libertad a medias que a cierta edad de los hijos te da la paternidad. Mi hija lo tenía todo; nuestro tiempo, atención, amor y hasta nuestras quincenas y los tres lo disfrutamos. Hasta que de nuevo, llegaban los por qué, parecían como una sombra que por temporadas omitía.

Volvimos al médico pero con otro, la segunda opinión. Me tope con el más negligente;

Estás muy pasada de peso, ¿Para qué quieres otro hijo si ya tienes uno? Es pura vanidad, ya confórmate con una. No hay forma de que te embaraces. No puede ser que tu otro doctor no haya visto que tu única trompa estaba tapada, no mujer, solo haciendo un invitro y eso cuesta.

Te interesa: Enfrentarse a la perdida gestacional 

Salimos con la moral deshecha, haciendo cuentas para ajustarnos y considerar un invitro, mi otro doctor habia revisando de forma minuciosa y durante un año todos mis estudios, este otro, en una cita descartaba por completo un embarazo, ¡Vaya! Ni obesa soy, solo era cuestión de unos kilos. En veinte minutos, este pseudo médico acabó con mi auto estima y mi moral. Sentía mucha rabia hacia ese doctor, ¿Cómo podía ser tan insensible? Después de tantos meses y en este punto solo pienso dos cosas: ojalá ninguna mujer en mi situación se topara con él y sí se topa, que le pase como a mi y que ese coraje lo convierta en fuerza para seguir. Yo seguí y con una meta muy clara: haría todo lo que estuviera en mis manos para llegar a dónde ahora estoy, no me iba a quedar con el hubiera, ni con más preguntas y lamentos. Fue así que regrese con mi anterior médico y después de una cirugía y un tratamiento exitoso logramos un embarazo de forma natural, hasta ahora sano y perfecto. ¡Uf! Que ganas de buscar aquel médico sin ética y tacto.

La búsqueda no fue fácil, nos tomó mucho tiempo, pero al final rindió frutos cuando vi esa prueba de embarazo, pasaron más de 10 días en lo que decidí hacerla, estaba acostumbrada a los negativos y tenía miedo. Me volví a encontrar con ese sentimiento ya conocido, de ver un positivo y sentir felicidad, nervios, dolor de estómago pero ahora mucho miedo, no podría explicar cuánto, no quería que acabara como las otras veces. Decidimos ser muy cautelosos con la noticia compartirla con pocos, sólo aquellos que podrían acompañarme en caso de que algo malo pasara de nuevo.

No soy de la idea de cuando sueltas y te relajas, llega. Al contrario, cuando más me empeñé, busqué y agoté opciones, fue cuando llego. Si alguien en búsqueda me preguntará le diría lo que pensé hace meses; en mi no va a quedar, haré todo lo posible por hacerlo real, no me quedaré con la duda o el hubiera, agotaré todas las posibilidades.

Ahora espero a mi bebé arcoíris (no era fan del término) mi hija ya no será “hija única” (que no hubiera tenido nada de malo) ahora tendrá una hermana que no viene a ser un regalito para mi primer hija, viene a ser ella misma, con su esencia y fuerza, pero todas esas ideas que construí acerca del hermano son otra historia.

Enfrentarse a la infertilidad secundaria no es fácil, hoy en día y como madre de dos, siento una enorme empatía hacia aquellas que están en búsqueda, aquellas que tienen el corazón roto y que sueñan con un hijo, hoy puedo decirles que lo último que muere es la esperanza y que en buenas manos todo podría ser posible, que lo que tarda y cuesta tanto sabe mejor y que cada día es uno menos para tener en brazos a ese pequeño ser.

Author: Paola

Soy Paola Acuña, escribir acerca de mi maternidad se ha convertido en mi pasión. Me permite acercarme a otras madres y acompañarnos en este hermoso camino que sí bien no es fácil ha sido único. Soy madre de Alondra que actualmente tiene 21 meses de edad, ella ha logrado una transformación increíble en mi vida, ser su mamá es un privilegio pues de ella he aprendido mucho. Hemos crecido, llorado, jugado y aprendido juntas.

Share This Post On