De la crianza y sus demonios

¡Que difícil es criar!

Antes de ser madre no tienes ni idea de todo a lo que te vas a enfrentar, piensas que es lindo tener un bebé (claro que lo es) pero no pensamos mucho en lo que hay detrás de una madre. Las vemos hermosas con sus hijos en brazos y poco sabemos de los demonios que a veces trae en la espalda.

Eso demonios que desde el embarazo  vamos conociendo y nos enfrentamos a ellos cara a cara cuando tenemos a nuestro hijo en brazos. Te toman muy desprevenida y con la guardia abajo.

Cada demonio lleva nombre:

La búsqueda.
De pronto estás en pijama, cansada, con los pezones destruidos, tomas de leche cada hora, llantos que no comprendes y un millón de cosas más. Te miras al espejo y te preguntas «¿quién soy? ¿A dónde se fue esa mujer que solía ser?». Es muy duro el encontronazo con lo que solías ser y lo que ahora eres. No te encuentras y no sabes a dónde has llegado, te miras al espejo con la esperanza de encontrar algo que te diga; «aquí sigues».

La soledad.
Es aquella traicionera que conoces en los primeros meses. La mayoría la conocemos en el post parto. Pareciera que nadie te entiende, todos te dicen; «jamás volverás a estar sola» y claro, ahora estás muy bien acompañada pero te sientes sumamente sola. Te desconectas del mundo exterior, hablas con tu hijo pero no tienes respuesta. Te enfrentas a la soledad de una forma muy cruda, no sabes que está pasando, no entiendes porque sientes un vacío tan grande, no sabes que tu diagnóstico es soledad, solo ves los días grises. Poco a poco se va yendo, se va con tus hormonas post parto pero quedan rezagos de ella cuando la casa queda vacía y te quedas con un pequeñito  dividiendo tu tiempo en un millón de actividades.

La culpa.
Te adjudicas la culpa de todo lo que le pase a tu hijo «se enfermó porque no lo abrigue bien», «se cayó por no haberlo sostenido». La culpa es tu fiel compañera, es sarcástica y se burla de ti, cuando parece que la estás superando, se asoma de nuevo y te das cuenta que difícilmente se irá. Quizá negocies con ella y algunos días te de tregua. Pero está presente en cada decisión.

Los juicios.
Ese temor a la etiqueta «mala madre» esos juicios que nos rodean y a los que les damos vuelta. Te atemoriza que todo lo que la gente dice, sea real. Suprimes muchos sentimientos con tal de no verte envuelta en ellos y sonríes, siempre sonríes pero por dentro llevas un mar de emociones. Y sin notarlo los juicios que más te lastiman son los que tú misma emites hacia ti.

Los «opinilogos».
Laura Gutman define así a esa gente entrometida que te da un millón de consejos, interfieren con lo que tú quieres o sabes hacer. Cuando tú pides un consejo lo valoras pero esos opinilogos los emiten antes de que tú lo pidas. Te llenan de dudas e incertidumbre. Abundan los opinilogos pues todos creen saber de crianza.

El miedo.
A ese demonio lo alimentas cada día, no quieres que nada le pase a tu hijo, y así,  sin darte cuenta es cuando decides despertar a ver si está respirando, cuando le dices «bájate de ahí» por temor a que se caiga, cuando das esa primera papilla y vigilas de cerca que no se atragante. A veces lo quieres sacudir, crees que le ganas la batalla pero después te das cuenta que a medida que crece tu hijo unos miedos se van para darle entrada a otros nuevos.

Las dudas.
Siempre vives llena de dudas, no sabes si lo que eventualmente decides por tus hijos será lo mejor. Vives a prueba y error. ¿Le pondré el suéter?, ¿Le hará daño si le doy de comer esto?, ¿Será conveniente dejarlo hacer eso? ¡Uff! Todos los días te llenas de cuestionamientos. Aprendes poco a poco, empiezas a dominar unas cosas y te das cuenta que el aprendizaje en la maternidad es continuo.

Ser madre es maravilloso pero pocas hablan de sus demonios, nos gusta creer y aparentar, que no llevamos ninguno de ellos con nosotras, pero se asoman discretamente por más que intentamos disimularlos. Crecer como madre implica auto conocimiento y sobre todo humildad, aceptar tus limitaciones y tus fortalezas, ir aprendiendo y creciendo a lado de tus hijos. Soltar los demonios poco a poco y entregarte al placer de ser madre.

Quizá logres calmar tus demonios poco a poco, yo he decidido reconciliarme con ellos. Viajamos juntos y aunque a veces los muy obstinados se quieren salir de control; respiro profundo, les sonrío y seguimos.

 

Author: Paola

Soy Paola Acuña, escribir acerca de mi maternidad se ha convertido en mi pasión. Me permite acercarme a otras madres y acompañarnos en este hermoso camino que sí bien no es fácil ha sido único. Soy madre de Alondra que actualmente tiene 21 meses de edad, ella ha logrado una transformación increíble en mi vida, ser su mamá es un privilegio pues de ella he aprendido mucho. Hemos crecido, llorado, jugado y aprendido juntas.

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