Historia de una cesárea anunciada

Nuestra maternidad no se define en un día o por la forma que nacieron nuestros hijos, nuestra maternidad la define el futuro y la huella que dejas en ellos.

Llegaron las 39 semanas fue un embarazo tranquilo lleno de emociones y muchos planes. No hubo nauseas, vómitos, podría decir que sin muchos malestares, de no ser por un dolor intenso en la espalda que hacía que me doliera hasta el alma y del alma me bajaba hasta la punta de los pies.

Meses antes había valorado la forma en la que quería que mi primera hija naciera. Di muchas vueltas de una cesárea programada a un parto vaginal, fui y vine en mi decisión al final. La frase de mi padre me hizo decidirme; “La mujer está perfectamente diseñada para parir” y dicho esto, me inscribí a un curso profiláctico, por el momento la decisión estaba tomada.

Desde el primer día que llegue al curso supe que no era mi lugar, si bien había decidido parir no lo iba a hacer sin anestesia, eso lo tenía muy claro. Cada quién conoce su cuerpo y sus limitaciones, soy el tipo de persona que se rompe un pequeño dedo del pie y puede pedir anestesia general para no soportar el dolor, así que sí algo tenía claro, es que yo no iba a ser de esas mujeres que solo respiran profundo y logran parir sin muchos contratiempos.

Llegue a la última consulta y sin novedades de que se acercará la fecha. Estaba ansiosa por conocerla y muy cansada así es que pedí una inducción para el día siguiente. Llegamos al hospital muy emocionados la sorpresa fue que no logre dilatar después de altas dosis de oxitocina, según el diagnóstico del médico había que hacer ya una cesárea pues no había marcha atrás.

Entré a un frío quirófano temblando, no sé si por la temperatura o de estrés, ya listo todo (no estaba segura si yo lo estaba) entro mi esposo a acompañarme. Sin mayores contratiempos al ritmo de una canción de Michael Bublé nació mi hija. Fue maravilloso, la acercaron a mi pecho y nos conocimos, fue como si el mundo se detuviera un segundo y la naturaleza me enseñara lo maravilloso que es mi cuerpo y la capacidad que tiene de crear. En ese momento supe que mi vida había cambiado. Tenía una mezcla de emociones, estaba feliz pero muy confundida, asustada y ansiosa de poder hacer lo que a una madre compete. Nunca había experimentado tantos sentimientos en un solo día.

Comparado con otras mujeres, nunca sentí que hubiera atravesado por un episodio de violencia obstétrica, tampoco sentí que me hubieran robado un parto, a mí lo que me preocupaba y me emocionaba era lo que venía después.

Cada vez las mujeres nos empoderamos más de nuestros propias vidas y de nuestras decisiones, a mí no me robaron un parto, la naturaleza y la vida me dieron una hija. Uno debe sentirse feliz y empoderada cuando está conforme con sus decisiones y los resultados. Decidí hacerme una inducción y la forma en la nació mi hija termino siendo resultado de lo que pedí.

Algo que he aprendido de la maternidad, es a no decir “yo nunca”, tal vez más adelante decida un parto respetado, por ahora quede conforme con la forma en la que mi pequeña llego  a mi vida. Decidí ser madre no fue casualidad ni un error de cálculos, de esa misma forma me comprometí con su crianza y eso es lo que me ocupaba después. No creo que la forma de nacer de tu hijo defina tu maternidad, me encantan esas imágenes de partos respetados, admiro a todas esas mujeres y tal vez algún día sea el camino que elija.

Nuestra maternidad no se define en un día o en unas horas. Tengo claro los beneficios de un parto. pero por ahora lo que más me importa, es que mi hija sea feliz, independientemente de la forma en la que haya llegado a mis brazos. Para mí ese momento fue único, mágico e increíble. 

El parto es un día, la maternidad es para toda la vida. 

¡Cuéntame cómo fue ese día!

Author: Mi vida de madre

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