Carta al padre ausente de mi sobrino

Hace más de doce años te cruzaste por nuestras vidas: afortunada coincidencia. Solías ser amable, divertido y amoroso; te recuerdo perfectamente, incluso estuve en esa primera cita. Dos años después tomaste la decisión de irte y con tu partida vino lo mejor. Te cuento:

Recuerdo aquel día que vi a ese pequeñito por primera vez, fue en el quirófano mientras tomaba la mano de mi hermana. Fui la primera que se encontró con la hermosa presencia de tu hijo, que con un fuerte llanto se abrió camino a la vida. Tenía el cuerpo cubierto de vérnix, la piel arrugada, los ojos cafés enmarcados por una abundante ceja (como la tuya). Invadida de nervios, yo sostenía la cámara de vídeo y miraba atenta el cuerpo de mi hermana. A modo de broma solía decirle a ella; «soy la que te conoce más a fondo». Fui honrada y afortunada de ver nacer a mi sobrino y verla a ella nacer cómo madre. Ojalá lo hubieras visto, estoy segura de que te hubieras perdido en esa idílica escena, te hubieras dado cuenta que tenías que quedarte y sujetar su pequeña mano para nunca soltarla.  

Es una lástima que decidieras no conocer y amar a tu hijo como yo lo hago. Nunca me imaginé que ese pequeñito sería el primer niño al que amaría con todas mis fuerzas. Aún recuerdo cuando de mí brotaba un profundo amor, querer a alguien con tu sangre y sentir esa necesidad irracional de protegerlo; si yo sentía eso y solo era la tía, ¿Te imaginas qué hubieses sentido tú? Viví el dolor de mi hermana, vi sus ojos llenos de incertidumbre y después presencié su lucha y entereza para salir adelante y darle a él lo mejor. No, nunca se dio por vencida.

Salía a trabajar por las mañanas mientras toda la familia contribuyó con un poquito, y digo que es poco comparado con lo que ese pequeño trajo a nuestra vida. Mi mamá desempolvó sus conocimientos en la crianza, mi padre debutó de nuevo como papá, mi otra hermana y yo hacíamos el rol de tías consintiendo y amándolo. 

Me tocaba ir por él al kínder, llevarlo en esa silla de auto e irle cantando; después habló y ya respondía. Un día entró corriendo a una tienda y salió con un muñeco en las manos, tuve que entrar de prisa a pagarlo y eso se convirtió en mi anécdota favorita; lo llamamos Pepé, como su abuelo. Nos gustaba llevar a ese pequeñito a la playa; en una ocasión después de bailar y bailar en el camino, se puso verde y nos vomito a todos, nos reímos mucho, creo que hasta él. Le gustaba jugar fútbol o cualquier cosa con mi ahora esposo. Cuando me iba a convertir en madre, tocaba mi barriga con mucho amor y no había otro niño más emocionado en conocerla que él.

 Es brillante, saca buenas notas, es muy enfocado y disfruta estudiar, la maestra dice que siempre termina su trabajo antes que todos y en este ciclo volvió a sacar medalla de honor. Ama con mucha fuerza e igual se enoja. Hace poco jugó un partido de fútbol en el Azteca; su abuelo sentía que veía a la selección nacional. 

En ninguna ocasión has estado presente, sin embargo yo te agradezco no haberlo hecho porque me permitió a mí ser partícipe de todo: verlo en primera fila y disfrutarlo a él. A veces de forma egoísta, pienso que no merecías estar en nada. Quizá no sabías pero nos diste a un ser maravilloso; físicamente es tu viva imagen pero de corazón y actitud lleva toda nuestra esencia. Aunque yo te agradezco tu ausencia, él te ha necesitado: cada festival, cada partido de fútbol, cada Navidad y cada fin de curso. Todos lo hemos acompañado pero sé que en el fondo él hubiera querido conocerte; te ha visto en la tele, estaría muy orgulloso de haber visto tu crecimiento profesional. Sí, ya ha preguntado por ti muchas veces, es difícil explicarle tu ausencia. 

Está a punto de convertirse en un adolescente: el tiempo no perdona y pasa de prisa, más cuando se trata de la infancia de nuestros hijos. No sé si algún día sus vidas coincidan, si un día levantes el teléfono y lo busques, lo único que sí sé es que te encontrarás con un chico amoroso, decente, brillante y compasivo, porque eso es lo que ha aprendido de mis padres, de su madre y de nuestra familia. 

Gracias por esta maravillosa coincidencia de hace doce años. Te fuiste pero nos dejaste el mejor regalo con tu partida; a él: Antonio Tan fuerte su nombre como su vida y esencia. Su madre ni una sola vez te necesitó, él quizá algún día deje de hacerlo. 

Author: Paola

Soy Paola Acuña, escribir acerca de mi maternidad se ha convertido en mi pasión. Me permite acercarme a otras madres y acompañarnos en este hermoso camino que sí bien no es fácil ha sido único. Soy madre de Alondra que actualmente tiene 21 meses de edad, ella ha logrado una transformación increíble en mi vida, ser su mamá es un privilegio pues de ella he aprendido mucho. Hemos crecido, llorado, jugado y aprendido juntas.

Share This Post On